“El juego o el impulso lúdico en los mamíferos es
una necesidad de moverse para crecer, de experimentar para aprender, de
realizar ensayos de relaciones para convivir”.
Considerando la primera etapa de nuestra infancia como la base donde
se asentará el resto de nuestro aprendizajes, es importante reconocer aquí la
importancia vital que posee el juego en la vida de los más pequeños, ya que
este desarrolla las funciones básicas
del ser humano, desde la motricidad, la afectividad, la cognición, la
socialización hasta la espiritualidad; sobre todo a través de su gratuidad o
manifestación de alegría intrínseca de quién juega.
La actividad lúdica en sí misma es un factor de confianza para
introducirnos en la expresión
creativa que solicita un universo de representaciones. El juego por lo tanto es parte vital de la vida del
ser humano, enseñándonos a descubrir el
mundo, favoreciendo la socialización, promoviendo la creatividad, implicándonos
en la diversión, considerando que surge
de una necesidad natural que representa
un proceso educativo.
El juego brinda un ambiente de
libertad creadora por medio de la cual se puede explorar el mundo, un ambiente
que permite enfrentarnos, interactuar, interrelacionarnos con otros, un
ambiente que promueve la toma de
decisiones, creación de reglas e ir progresivamente adquiriendo independencia y
autonomía. Por este motivo resulta importante y fundamental tanto desde
la Escuela Inicial como desde el hogar, estimular y promover situaciones donde
el juego prime y haga efectivo aprendizajes significativos.
Es importante que se utilicen objetos
mediadores que son portadores de la imaginación muy útiles porque son
transformables, tanto los tomados de la naturaleza del entorno (ramas,
semillas, carozos, arena, guijarros,...) como aquellos recogidos del material
de descarte doméstico (plásticos, botones, cajas, hilos, papel,…), al igual que
proporcionarle un contexto rico en estímulos culturales, ya sean libros, películas,
música, arte, literatura, proporcionarles diferentes situaciones y permitirles
conocer diversidad de lugares, conversar, jugar, estar con amigos, entre otra. Tener
en cuenta estas consideraciones admite al adulto comprender y favorecer el
contexto y el periodo por el cual transita el niño. Por otra parte, habilita al
niño ampliar sus posibilidades imaginativas, desarrollando así sus capacidades
creativas que le permitirán resolver situaciones de manera consciente y original.
No nos olvidemos que un adulto creativo es un
niño que ha sobrevivido.
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